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“Horas de vuelo” del entrevistador: el valor de ser senior

Actualizado: 29 ago


No improvisar



En aviación, hablar de “horas de vuelo” equivale a nombrar la moneda de la confianza: cuantos más despegues y aterrizajes acumula un piloto, mayor es su repertorio de micro‐decisiones para afrontar tormentas, vientos cruzados o un indicador en rojo. En la gestión de talento sucede algo similar. Con décadas de investigación sabemos que la entrevista estructurada es un instrumento potente, pero la calidad del resultado depende de la experiencia del entrevistador que la conduce. No basta con un guión y una rúbrica bien diseñados: se necesita el ojo entrenado que detecte señales sutiles, el oído capaz de distinguir la anécdota adornada del aprendizaje genuino y, sobre todo, el criterio para hilar la conversación al contexto estratégico del cliente.

En Verbum llevamos más de 30 años evaluando y refinando ese oficio. Nuestros entrevistadores senior —consultores que superan las 10.000 horas de entrevistas efectivas y suman al menos 20 años de práctica con nosotros— se han convertido en el factor que marca la diferencia entre “cubrir una vacante” y catalizar éxitos sostenibles en nuestros clientes. Este artículo disecciona la anatomía de ese perfil, las competencias que lo distinguen, los indicadores de impacto que hemos documentado y las lecciones acumuladas para quienes buscan elevar el nivel de sus procesos de selección.



1. ¿Qué significa “hora de vuelo” en la entrevista?


Una “hora de vuelo” no es solo tiempo frente a un candidato; incluye la preparación silenciosa, la documentación de evidencias y la reflexión posterior. En promedio, un consultor de selección destina:


  • 25 minutos al análisis de contexto (estrategia, cultura, métricas del rol).


  • 60 – 75 minutos a la entrevista estructurada propiamente tal.


  • 20 – 30 minutos al registro de hallazgos y calibración con la batería psicométrica.


  • 60 – 120 minutos en la confección del informe.


Bajo esta métrica, superar 10.000 horas reales implica haber participado en más de 5.000 procesos completos. No se trata de un número mágico, pero sí marca un umbral a partir del cual el entrevistador ha vivido suficientes ciclos de éxito y error como para construir un mapa mental robusto: sabe cuándo la respuesta suena redonda “demasiado pronto”, identifica incongruencias de cronología, presiente la anécdota “prestada” y, sobre todo, relaciona la conducta descrita con la fase exacta del negocio que enfrenta el cliente.



2. El ADN del entrevistador senior


2.1 Pensamiento sistémico de negocio


Tras 20  años de proyectos en diversas industrias, el entrevistador senior no se limita a validar competencias: traduce los objetivos, la presión o el reto de un proyecto en preguntas que revelen si el candidato podrá mover esos indicadores. La entrevista deja de ser un “check cultural” y se convierte en un ensayo real de estrategia ejecutada en primera persona.


2.2 Maestría en psicometría aplicada


Domina las bases estadísticas de fiabilidad y validez, entiende los márgenes de error de la prueba cognitiva, sabe cuándo un puntaje se compensa con conducta observada y cómo devolver feedback sin reducir al candidato a un código numérico. Esa fluidez evita tanto el excesivo uso de tests como la interpretación intuitiva sin rigor.


2.3 Escucha calibrada y detección de matices


Con horas de vuelo acumuladas, la escucha pasa del nivel literal al analítico: el tono vacila cuando la anécdota no cuadra, el verbo cambia de activo a pasivo al narrar un fracaso, la micro‐expresión de sorpresa aparece cuando se le confronta con una inconsistencia. El senior integra esos indicios sin caer en el “polígrafo subjetivo” e investiga hasta lograr claridad.


2.4 Gestión del sesgo en tiempo real


Toda persona posee sesgos (halo, efecto de semejanza, confirmación). El entrevistador experimentado los reconoce y aplica estrategias inmediatas: pausa, vuelco de perspectiva, contraste con evidencia previa. Si detecta que su afinidad con un candidato amenaza la objetividad, recurre al guión o abre la participación a un segundo entrevistador.


2.5 Capacidad de storytelling inverso


El senior convierte un relato disperso en datos: identifica contexto, acción, resultado, aprendizaje y redacta un informe que el cliente puede cotejar con KPI. Al mismo tiempo, ayuda al candidato a articular logros de forma concreta, de modo que la entrevista sea también una experiencia justa y respetuosa.



3. Competencias técnicas y conductuales esenciales


  1. Curiosidad de consultor — Indaga hasta comprender el modelo de negocios y los “pain points” que el rol debe resolver.


  2. Construcción de confianza rápida — Genera un clima en el que el candidato baje defensas sin perder el estándar profesional.


  3. Preguntas de segundo nivel — Transforma una respuesta genérica en un caso medible (“¿Cuánto?”, “¿Con qué recursos?”, “¿Qué aprendiste?”).


  4. Síntesis ejecutiva — Entrega insights accionables en 600 palabras o menos, alineados a los criterios del cliente.


  5. Retroalimentación constructiva — Cierre que deje al candidato con una percepción de crecimiento, sea o no seleccionado.


Estas competencias se refinan con práctica deliberada. Nuestros seniors reciben mentores, sesiones de video‐feedback y auditorías anuales de consistencia para evitar la “ilusión de maestría”.



4. Formación continua: cómo se cultiva la seniority


Treinta minutos después de cerrar cada entrevista, el consultor senior conversa con otro entrevistador: qué funcionó, dónde el candidato esquivó la pregunta, qué habría hecho distinto. Esas micro‐reflexiones, almacenados en nuestra base de conocimiento de cada persona, se discuten y así todos aprendemos como organización.


El retorno exponencial de la experiencia


Invertir en entrevistadores con “horas de vuelo” es, a primera vista, más costoso que delegar la tarea en perfiles junior con guiones estándar. Sin embargo, la economía del talento es implacable: un solo error de contratación en un puesto crítico puede costar entre 30 % y 150 % del salario anual, sin contar el desgaste cultural.


Cada punto porcentual de mis-hire evitado gracias a la experiencia del entrevistador senior se traduce en ahorros en recursos y foco para nuestros clientes. Además, el senior construye relaciones de largo aliento, conoce la historia no escrita de la organización y se convierte en un asesor permanente de su cultura.


En síntesis, las “horas de vuelo” no son nostalgia ni adorno corporativo. Son capital intelectual acumulado que, cuando se aplica con método y humildad, impulsa la ecuación de negocio, fortalece la reputación de la marca empleadora y multiplica la confianza de los stakeholders.

 
 
 

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