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El arte de sincronizar talento y cultura

Actualizado: 29 ago

De la selección basada en currículum a la sintonía emocional que impulsa resultados



1. Por qué la “sintonía” es hoy un factor estratégico


Hace 15 años y más, la conversación sobre atraer talento giraba casi exclusivamente en torno a las competencias técnicas o la experiencia previa. Con la expansión de la economía del conocimiento y la digitalización, esas variables siguieron siendo necesarias, pero dejaron de ser suficientes. A medida que las empresas se enfrentan a ciclos de cambio acelerados —fusiones, lanzamientos ágiles, evoluciones de propósito— se hizo evidente que la clave no era tanto qué sabían las personas, sino cómo vibraban con la cultura que la organización necesitaba para sostener su estrategia.


Este desplazamiento conceptual se profundizó tras la pandemia. Los estudios de Gallup muestran que, a nivel global, apenas una de cada cinco personas se siente realmente comprometida con su trabajo. Detrás de esa cifra late un fenómeno silencioso: cuando los valores y la identidad de la empresa no coinciden con los motivos y el estilo de vida de quienes la integran, la energía se fuga en forma de rotación no deseada, apatía o —en el mejor de los casos— desempeño discreto.

Verbum ha visto cómo ese “desfase de frecuencia” afecta tanto a compañías tecnológicas pequeñas como a grandes conglomerados industriales con décadas de trayectoria. En uno y otro caso, el patrón se repite: talento sin sintonía cultural se convierte en un cuerpo extraño que, antes de un año, empieza a generar fricción interna o abandona la organización en busca de un entorno donde su aporte tenga sentido.



2. Del encaje estático a la sintonía dinámica


Hablar de cultural fit fue un avance cuando apareció, pero el concepto se instaló como una fotografía fija: se chequeaba en la entrevista y, si coincidía, el asunto quedaba zanjado. El mercado actual exige una perspectiva más evolutiva y sistémica. La cultura no es un logotipo ni un mural de valores, sino un tejido vivo que cambia con cada incorporación, con cada fusión, con cada crisis. Por eso, en Verbum preferimos hablar de Sintonía Cultural.


La metáfora musical ayuda a entender la diferencia. Dos instrumentos pueden afinarse en la misma nota hoy y desafinar mañana si la temperatura cambia; la afinación requiere ajustes constantes. En las organizaciones sucede igual: la persona que encajó perfectamente en el “tono” de una empresa de 200 colaboradores puede empezar a sentirse incómoda cuando la dotación supera los mil. La sintonía es, por definición, dinámica.


Para ilustrarlo, pensemos en uno de nuestros clientes, una start-up chilena que nació como proveedora de software de salud. Sus fundadores compartían el ideal de encontrar soluciones que humanizaran la relación médico-paciente. El equipo creció velozmente tras cerrar los primeros clientes y, en cuestión de dieciocho meses, llegó a 120 personas. Con ello aparecieron liderazgos intermedios, protocolos de calidad y estructuras de reporte que, si bien eran necesarias para escalar, empezaron a erosionar la sensación de propósito original. Un diagnóstico de Verbum reveló que los desarrolladores contratados en la segunda oleada no conectaban emocionalmente con la misión de “cuidar vidas”, sino con la oportunidad de trabajar en inteligencia artificial. Ese matiz generó pequeñas disonancias en reuniones, desacuerdos sobre prioridades e, incluso, códigos éticos distintos a la hora de manejar datos clínicos. La empresa seguía contratando “talento top”, pero la sintonía ya no era la misma para todos.



3. Sintonía emocional: el nivel que compromete la energía


Cuando la identidad de la persona coincide con la promesa cultural de la empresa, se produce algo más profundo que la mera satisfacción laboral. La neurociencia lo llama coherencia predictiva: el cerebro comprueba que lo que espera del entorno se cumple en la práctica y libera dopamina, oxitocina y otros neurotransmisores que potencian la motivación, la confianza y la colaboración.


Ese fenómeno puede observarse a escala micro y macro. En el nivel micro, cada persona siente esa coherencia potencia su motivación y sienten pertenencia de su trabajo; no necesita supervisión constante para aportar ideas ni se protege ante el error porque confía en la respuesta. En el nivel macro, la empresa experimenta ciclos de innovación más cortos, clientes más fieles y un magnetismo reputacional que atrae futuros candidatos afines.



4. Cómo se identifica la sintonía antes de la contratación


El primer filtro sigue siendo técnico: la persona debe poseer las habilidades core. Pero, a partir de ahí, un proceso de selección enfocado en la sintonía cultural suma cuatro momentos críticos:


  1. Claridad de la propuesta cultural.Ningún candidato puede conectar con una melodía que suena confusa. Las organizaciones necesitan describir sus valores con claridad y con ejemplos concretos que lleguen a las vivencias cotidianas de las personas o su entorno.


  2. Historias por encima de discursos.En las entrevistas, preguntar “¿qué te inspira?” suele generar respuestas ensayadas. Es más revelador pedir “narrame un dilema ético que hayas vivido y cómo decidiste” y, luego, contrastar esa narrativa con la forma en que la empresa gestiona dilemas similares.


  3. Experiencias de simulación.Dinámicas de role-play, laboratorios de código en vivo, desafíos de diseño o cafés virtuales con el equipo sirven para ver cómo el talento actúa cuando el guión no está preparado. El objetivo no es solo evaluar aptitudes, sino observar cómo se toman decisiones bajo presión y cómo se vinculan con otros.


  4. Entrevistas de “calibración emocional”.Algunos líderes temen que hablar de emociones en una entrevista sea demasiado íntimo, pero la pregunta correcta abre enormes ventanas de información: “¿Qué tipo de ambiente te permite dar tu mejor versión?” o “¿Cómo reaccionas cuando tu idea es rechazada?”. El modo en que la persona responde —con apertura o con defensa— revela su compatibilidad con la cultura de feedback que la empresa promueve.


El paso final, a menudo olvidado, es el onboarding. Incluso la contratación perfecta puede frustrarse si la primera semana contradice lo prometido.


5. El retorno de afinar la sintonía


Algunos directores y gerentes generales exigen cifras antes de asignar presupuesto a iniciativas de ajuste talento-cultura. Acá te mostramos parte de la evidencia publicada.

Los equipos que se sitúan en el cuartil superior de coherencia cultural y engagement obtienen, en promedio, 23 % más de rentabilidad y entre 18 % y 43 % menos rotación que los del cuartil inferior (Gallup, 2024). 


Si a ese alineamiento se le suma una cultura ética robusta, la brecha se amplía todavía más: las compañías con las culturas éticas más sólidas superan a sus pares en torno al 40 % en crecimiento, satisfacción de clientes, lealtad de empleados e innovación (LRN, 2021). 


El vínculo con la retención se refuerza cuando la organización reconoce comportamientos coherentes con sus valores; los trabajadores “bien reconocidos” son 45 % menos propensos a abandonar la empresa en los dos años posteriores (Gallup & Workhuman, 2023). 


Por su parte, las organizaciones que cultivan entornos inclusivos —expresión operativa de una cultura coherente— son seis veces más proclives a ser innovadoras y ágiles (Deloitte, 2020), y los equipos diversos que siguen procesos decisionales inclusivos toman decisiones el doble de rápido y con la mitad de reuniones (Cloverpop, 2017).


En conjunto, la evidencia describe un auténtico “interés compuesto cultural”: pequeñas ganancias diarias de coherencia generan, con el tiempo, brechas exponenciales frente a competidores que tratan el ajuste talento-cultura como un adorno simpático y no como un motor estratégico.



6. Medir, nutrir y ajustar: la sintonía como proceso continuo


La gran tentación, una vez que se ajusta el proceso de selección, es creer que el problema está resuelto. Sin embargo, la sintonía cultural funciona como un músculo: necesita entrenamiento, nutrición y chequeos. Verbum emplea un sistema de escucha continua que combina encuestas breves, análisis de redes internas y entrevistas de profundidad. La información se cruza con indicadores clave —rotación, accidentabilidad, NPS, ciclos de innovación— para detectar disonancias tempranas.

En suma, medir la sintonía cultural permite actuar antes de que la disonancia se convierta en fuga de talento o en crisis reputacional. Es el equivalente a usar un metrónomo que corrige el tempo para que la orquesta no se desincronice.



7. Conclusión: orquestar la sinfonía humana


La metáfora musical resume el desafío: cada persona es un instrumento con tonos y frecuencias propias; la organización, el director que establece la tonalidad y el ritmo; la estrategia, la partitura que todos deben interpretar. Cuando un violinista entra desfasado o un trombón toca en otra clave, el público lo nota de inmediato. Del mismo modo, los clientes perciben cuando un colaborador da un servicio de mala gana o cuando un líder contradice los valores que predica.


Invertir en procesos que garanticen un ajuste profundo entre talento y cultura no es un gesto estético, sino un imperativo de negocio. 


El reto para los líderes consiste en escuchar la sintonía de su empresa, afinarla con honestidad y mantenerla viva a través de historias, símbolos y decisiones que respalden la promesa. Porque, cuando el talento vibra al compás de la cultura, la empresa no solo crece: compone una sinfonía que trasciende productos y beneficios para dejar huella en la sociedad.



Una invitación desde Verbum


Si tu organización está en un punto de inflexión —crecimiento acelerado, integración de nuevos negocios, expansión internacional— y temes que la armonía entre talento y cultura se resquebraje, conversemos. En Verbum combinamos análisis de datos, entrevistas profundas y diseño de experiencias transformadoras para que cada incorporación amplifique, y no distorsione, la melodía que te hace único. Porque la sinfonía humana de tu empresa merece sonar con toda su potencia, hoy y mañana.

 
 
 

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